Una mujer con carácter, con mucha seguridad y por cierto, con historia. Así se podría describir a Mariana Sandoval, madre de Charles Aránguiz y dirigente por treinta años del club Nueva Esperanza de Puente Alto.
Es la mayor de ocho hermanos, tiene nueve nietos y toda su familia gira en torno al fútbol. Es entrenadora y la primera presidenta de la Asociación de Fútbol Amateur de Puente Alto y representa a dieciocho clubes y junto al directorio programa 72 partidos semanales. Perdió un matrimonio debido a su fanatismo por este deporte, el nombre de su hijo es también el de una de las calles de su comuna y todos la respetan en una de las zonas más estigmatizadas de Santiago.
Mariana nos recibe en el club de sus amores, ese que hoy se convirtió en una tierra de sueños y que tiene a algunos de ¨sus pequeños¨, como ella les llama, jugando en Colo Colo, Unión La Calera, entre otros. Con orgullo y una sonrisa, nos enseña los trofeos de Nueva Esperanza y los recortes de los diarios. Cuenta que comenzó su participación “dando desayunos porque mi hijo jugaba ahí. En esos tiempos se hacía fuego con leña y usábamos tetera, hacíamos pancito con chancho y tazas con té y azúcar. Después empecé lavando los equipos, después fui dirigente, delegada, tesorera y vicepresidenta”.
Experiencia suficiente en la dirigencia que la obligó a prepararse ante los nuevos desafíos. “Fui la única mujer que se capacitó con el título de ”Iniciadores de fútbol en la ANFA. Entre 72 hombres era la única mujer que andaba metida en el medio”.
¿Qué es lo que la mantiene ligada al club por tanto tiempo? le pregunto, y me recalca que contará algo que no se lo dice a muchos periodistas. “Hubo un tiempo que mi hijo me dijo que no trabajara más. Me dijo: “Yo te mando las lucas”. Yo lo miré y le dije: ¿Tú consideras que yo no estoy para trabajar? Yo trabajo en un sector de mucho riesgo social y con gente de muy escasos recursos y siento que entrego mucho”, respondió.
Una mujer que al hablar se impone, que sólo con su tono de voz exige respeto, pero que nunca deja de lado ese aire dulce y sobreprotector. Recuerda que cuando se inició en el fútbol “sentí mucho machismo, hubo sectores de Puente Alto del que nos tuvimos que ir porque nos decían que nos iban pegar. Me gritaban anda a hacer la comida y a lavar los platos, pero yo me creía DT profesional y mi mejor premio era ganar los campeonatos. Y en vez de agarrarlos a chuchás, yo les ganaba el partido y me iba en la gloria. Más les dolía con los resultados, porque no podían aceptar que una mujer planteara un esquema futbolístico y les ganara”.
El machismo es sólo una de las complicadas situaciones que esta aguerrida mujer ha enfrentado. Puente Alto lidera en la Región Metropolitana el uso de armamentos según las cifras del Ministerio del Interior. Además, y junto a La Pintana, también es el primero en delincuencia de la zona sur de la capital según la Fiscalía Metropolitana Sur.
Mariana lo describe como “terrible”. “¿Qué haces con un papá traficante? No puedo discriminar a un niño por un papá”, me dice. Por eso, sabe rayar la cancha. Y cómo no, de lo contrario no podría estar donde está. “Yo dejo las cosas súper claras. A mí no me interesa lo que tú hagai en la vida personal. Si asaltai, fumai marihuana… pero ¿aquí que yo te vea con el cigarro? ¡te vai cagando! Aquí yo soy tu mamá de fútbol. Y si me dicen X anda con pistola, yo voy y le pido la mochila”, relata con tono de madre disgustada que habla con un hijo rebelde.
Y es aquí donde se detiene y su expresión cambia, pues pareciera que no quiere repetir la historia. “Hay algo que no me gusta mencionar y es el tema de mi hija. Yo tengo una hija drogadicta de 38 años y es la cruz interna que llevo yo como mamá, es una hija que nunca ha querido salir adelante”, confiesa.
Años de lucha resumidos en estos párrafos. Y detrás de esa mujer fuerte y empoderada, Mariana se apasiona al hablar de su familia. Una verdadera monarquía puentealtina. Mientras ella es la reina, a su hermano Mario le dicen “el rey de los tiros libres”. Y cómo no mencionar a su amado “Príncipe”. “Cuando hablo de fútbol trato de no hablar mucho de Charles porque es enojón, pero siempre he dicho que mi hijo calladito como él es, ha salido campeón en los dos más grande”, dice orgullosa.
“¿Ves ese mural que está ahí?, Lo regaló el Charles”, apunta levantando sus cejas y con el pecho inflado. El jugador del Bayer Leverkusen siempre está pendiente de su comuna. Y sin presencia de las cámaras y de ningún micrófono, Nueva Esperanza se vistió de gala y con alfombra roja celebraron una fiesta auspiciada por “el Príncipe”.
“He ido dos veces a Alemania y a él lo quieren mucho y es por su manera de ser, muy bajo perfil. Del tema futbolístico no hablamos nada, de su rodilla sí, pero le pregunto por él, por mi nuera y los niños y él pregunta todo del club”, señala.
Y mientras el resto de los jugadores publican fotografías en las redes sociales de sus lujosas vacaciones, Charles sube a Instagram una imagen de él con sus cercanos en un campo, con la tradicional bolsa con marraqueta sobre una mesa de plástico y un fogón a un costado. Al parecer, a pesar de los años y de los lujos que ofrece el viejo continente, la tradición de barrio, la simpleza del fuego, el pan y la comida junto a los amigos, aún permanece en los Aránguiz Sandoval.